Y así comenzó nuestra historia

¡Hola! Soy Lourdes, aunque prefiero que me digan Lu, Lulu o Luly. Tengo 20 años y estudio la carrera de Arte y Diseño. Ah, y soy mamá.

Mi bebé tiene 5 meses y se llama Emilia Victoria, y es la luz de mi vida.

Desde antes de que Emi nazca tenía la linda idea de empezar un blog en el que pudiera compartir con otras mamis como yo. Siento que sin importar la edad, nada nos prepara realmente para la maternidad, y siempre hay algo que aportar que puede ser de ayuda para otras. Resulta que mis planes de iniciar un blog se retrasaron un poco porque saben bien que tener un bebé no solo te absorbe el tiempo, sino también la energía. Así que, finalmente aquí estoy, 5 meses después de lo planeado, pero feliz, y agradezco de corazón que estés leyendo ésto y espero te guste. Voy a contarles como fue mi vida desde que me enteré de que Emi venía en camino, mi embarazo, parto y mis primeros días como mamá en estreno.

Me enteré de que iba a tener a Emi exactamente el 31 de marzo de 2016. Tenía 19 años y estaba empezando el 5to ciclo de mi carrera. En ese momento me asusté pero a la vez sentí una alegría que nunca en mi vida había experimentado, la sensación de que un ser pequeñito se formaba dentro y dependía totalmente de mí.

Ese mismo día fui a ver al papá de Emi para contárselo y un par de días después estábamos haciendo la primera ecografía donde me dijeron que tenía 4 semanas y 5 días, que volviera a las 6 semanas para hacer otra y confirmar la viabilidad del embarazo y yo toda emocionada no podía esperaaar. Recuerdo que el mismo día que me enteré al llegar a mi casa lo primero que hice fue contárselo a mi hermana, que se volvió loca de la emoción al saber que sería mamá, !y ella tía!. Una semana después de esa primera ecografía se lo dije a mis papás y como era de esperarse fue un shock bastante fuerte que tardaron en asimilar. Finalmente me apoyaron, pero al inicio hubo bastante tensión los días siguientes a ese y se me olvidó por completo que tenía que hacer la ecografía de confirmación de viabilidad, así que no fuimos hasta la semana 8. Fui con mi mamá y con el papá de Emi y en esa ocasión solo podía entrar una persona conmigo. Adivinen quien entró… mi mamá. No sé si me equivoco, pero siento que el oír los latidos del diminuto corazón de su nieta (aun no sabíamos que sería mujer) la ayudó a asimilarlo y tomar la noticia con un poco más de positivismo y alegria. Ahora los dos están total y completamente enamorados de Emi.

Mi embarazo no fue tan lindo. Al inicio tuve las típicas nauseas aunque de matutinas no tuvieron nada, eran durante el día, pero felizmente para los 3 meses de embarazo ya habían desaparecido. ¿A qué le agarre asco? Al ají de gallina… ¡no podía ni imaginármelo! Y poco a poco me invadieron los antojos. Mis papás y el papá de Emi me consentían, y yo misma también me consentía. A veces me pasaba que pedía por delivery camotes o pie de limón de Pardo’s Chicken y para cuando llegaban ya se me había ido el bendito antojo (¡Para matarme!). Mi necesidad de naranjas era increíble, especialmente en las madrugadas, podían encontrar una luz en la oscuridad a las 3 o 4am y era yo exprimiendo mis naranjas en la cocina.

Hasta ahí bien, lo malo fue que se me antojaba mucho dulce y grasa también, y yo tengo cálculos en la vesícula por lo que me pone mal comer grasa, es más, ¡debía estar en dieta de grasas y dulces! Imagínense eso en el embarazo con todo y los antojos, ¡me quería morir! Tampoco podía comer cosas frías o heladas porque me pasé todo el embarazo resfriada y no me sanaba por el clima y porque no podía tomar medicinas. Tenía la nariz tapada todo el día todos los días y ni hablar de como era por la noche, no podía dormir. De la picazón por la piel de la panza que se expandía ¡ ni qué decir! Era insoportable y yo me jalaba de los pelos porque bien sabía que rascarse la barriga en el embarazo es casi asegurarse unas estrías alucinantes. Probé mil cremas hasta que al fin me quedé con una que me calmaba un poco y me hidrataba cosa que así evitaba las estrías y pues, ¡Valió la pena! Ni una estría en la panza, aunque el hecho de que mi piel sea elástica supongo debe haber influido en algo.

Sobre mis estudios en esa etapa, acabé el 5to ciclo y pensaba no estudiar el ciclo 2016-02 porque la fecha probable de parto coincidía con los finales y además si se me adelantaba ufff el problemón que iba a tener, pero felizmente el director de mi carrera es un ángel que dijo que me apoyaría con mis asistencias y evaluaciones especialmente y si es que se me adelantaba el parto. Al final no fue necesario, asistí hasta mis últimos días de embarazo a pesar de que mi pabellón tiene 4 pisos y no hay un bendito ascensor, llegue a asistir mis entregas finales (excepto a la última que ya era entrado el mes de diciembre pero que pude enviar mi trabajo con una amiga).

Volviendo al embarazo, el desarrollo de Emi siempre estuvo dentro de lo normal, y mi panza fue chiquita en realidad, de por si yo no tengo grandes dimensiones, mido 1.64 y mi peso siempre ha estado entre 48 – 49 kg., parezco una niña de 14 años y nadie creía posible que dentro de mi hubiese un bebe con un desarrollo normal. En el embarazo el peso máximo que gane fueron 9 kg aprox., llegué a pesar 57 kg aunque ni se notaron y los baje rapidísimo. Ahorita los únicos rastros que me quedan del embarazo son la línea nigra (creo que algunos le dicen «línea alba), las estrías en los pechos (lo más normal del mundo aunque creo que me salieron recién durante la lactancia) y la cicatriz de la cesárea.

Sí, di a luz por cesárea. Yo quería muchísimo un parto natural, no sólo por lo rápido de la recuperación, sino porque siempre había querido tener a mi bebé de forma natural. Bueno, no pude. Para mi último control ya estaba en la semana 40 de embarazo y si bien Emi venía de cabeza, no podía descender y ya no podíamos esperar más tiempo. La razón por la que no descendía es porque yo nací con displacia de cadera congénita a un grado bastante serio, por lo que era posible que nunca pudiera caminar, y el costo de poder hacerlo fue someterme a una serie de rayos X a tal nivel que yo debía ser estéril (por lo mismo que fue sorpresa quedar embarazada, supuestamente no podría), y en la recuperación por milímetros mi cadera no quedó 100% simétrica, lo que impedía que Emi pudiese descender. Ese mismo día (recuerdo que fue el viernes 25 de noviembre) me dijeron que hiciera todos mis pre-operatorios. El fin de semana los hice y el lunes 28 en la mañana fui a ver al anestesiólogo. Me aprobaron para la operación y me avisaron que mi cesárea sería al día siguiente, martes 29 a las 8am, por lo que tenía que ser ingresada la noche anterior a ese día, y yo me quedé: ¡Oh por Dios, me ingresan hoy!. Bueno, llegué a mi casa emocionadísima porque iba a conocer a mi bebé al día siguiente, pero a la vez un poco triste, porque no me gustaba la idea de que unas personas fueran las que decidieran qué fecha sería el cumpleaños de mi nena. Le avise a mis papas y al papá de Emi y arreglamos todo.

Finalmente ese día me ingresaron. Fui con mi papá y el papá de Emi (mi mamá estaba en el trabajo y llegó después) y a las 7pm me llevaron a mi habitación. Ahí empezaron a hacerme los controles para que al día siguiente ya estuviese todo listo para la cesárea. Fue en una de esas en la que me pusieron unas cosas en la panza para controlar los movimientos de la bebé y me dejaron con eso media hora y con un botón que tenía que presionar cada que sintiera que Emi se movía. Al regresar leyeron la lectura en picos que botaba la máquina y me dijeron «¿Sientes que la barriga se te pone dura?» Y yo «pues si, pensé que era por tener esas cosas puestas, pero se pone igual que dura que durante todo el embarazo» (las contracciones de Braxton), y me dijeron «es que tienes contracciones cada 3 minutos, y no vas a llegar a tu cesárea de mañana a las 8am. Voy a llamar a tu obstetra para que venga y apenas llegue te operamos. Prepárate para aprox. las 10pm» y yo casi muero. Creo que mis papás se habían ido a comer y los hice volver volando, y el papá de Emi todo nervioso. Lo que a mí me parece lindo de esto es que mi bebé decidió en qué momento quería nacer, o al menos fue la naturaleza y Dios, y no personas, que hubiese sido el caso si nacía el 29 como lo habían programado. Lo triste de esto es que como adelantaron la cesárea por contracciones fue considerado una emergencia (lo supe recién cuando ya estaba dentro y me estaban por poner la inyección de anestesia en la espalda), por lo que el papá de Emi no pudo entrar al quirófano, pero estaba detrás de esas puertas y eso me daba tranquilidad.

La operación empezó 11:00pm. Yo tengo un problema cuando no puedo usar los brazos o manos, que es que me empieza a picar la nariz, como si fuera mi cuerpo molestándome y diciéndome «a ver ráscate pues», como yo tenía un brazo con la vía y el otro no recuerdo en qué, había un doctor que literal solo estaba rascándome la nariz cada 15 segundos. Emi nació a las 11:06pm, con 3.100 kg y 46 cm. Esos 6 minutos de operación fueron las más, no sé cómo decirlo, de mi vida. A través del reflejo del gran foco que iluminaba mi panza podía ver cómo me abrieron y como pasaba todo, como si fuera una película, además de que sentía como se removía Emi y las manos de mi doctora dentro de mí. Finalmente sentí una gran presión y luego un llanto. Me la acercaron y vi la carita más hermosa que había visto en mi vida, le di un beso (nunca había sentido algo tan suave en mi vida) y se la llevaron para sus controles. Luego el doctor que me rascaba la nariz me dijo «ahora sí, descansa mamá», me puso una mascarilla por la que supongo me pasaron anestesia en gas, y desperté dos horas después en la sala de recuperación.

En esa sala estuve, conscientemente, aprox. 1 hora y media. Horrible. Extrañaba a mi bebé. Ya no la sentía dentro de mí y estaba sola en una sala fría con otra mamá que acababa de ser cesareada como yo y una mujer que no dejaba de toser horrible y de vomitar, solo se quejaba y tenía que escuchar las conversaciones de una supervisora que le tomaba evaluaciones sobre como lavarse las manos a unas enfermeras. Desde que desperté ahí y pedí que me llevaran a mi habitación pasó una hora y media hasta que por fin me llevaron. Llevaron la camilla hasta la puerta de la sala y la pegaron con mi cama de la habitación que la habían llevado para recogerme. Las enfermeras me dijeron «listo, ya puedes pasarte» y yo «¿yo sola? Me acaban de operar», y me dijeron «te ayudaremos, tú puedes», ¿creen que me ayudaron? Me pasé yo sola y fue el peor dolor del mundo, pero pasó.

Finalmente a las 3am estaba ya en mi habitación con el papá de Emi que se quedaba conmigo en las noches, y a las 4am me llevaron a mi bebé llorando, me dijeron que le de pecho y se fueron. El papá de Emi y yo nos miramos sin saber qué hacer o cómo calmar a un recién nacido, pero la naturaleza e instinto hizo lo suyo. Esas noches en la clínica fueron horribles, mi cuerpo se llenó de gases y me dolía hasta respirar. No podía dormir y solo pedía más analgésicos que no podían darme porque ya me los habían administrado.

Luego de 3 días, el jueves de esa semana me dieron de alta y estaba ahora por primera vez sin la ayuda de enfermeras, yo y mi bebé. Ese primer día en casa tuve un trauma. Resulta que el inicio de la lactancia tuve problemas porque Emi me hacía heridas y además era (aun lo soy) una vaca lechera, por lo que me dolía hasta las axilas. Emi ese día regurgitó, como es normal, pero había sangre, y yo llorando asustada a morir pensando que mi bebe tenía algo grave. Mi mamá llamó a mi doctora y ella le dijo que me calme, que  era mi sangre que la bebé había tomado junto con la leche por una herida que seguro tenía en el pecho. Y así fue. El papá de Emi prácticamente vivía aquí, todos los días conmigo, todo el día. Aún sigue prácticamente viviendo conmigo y es mi gran apoyo y cumple su rol de paternidad de una forma increíble. Mis papás también son mi apoyo incondicional, especialmente lo fueron cuando nació Emi que más los necesité.

El primer mes fue totalmente desgastante, pensé que ya no podía más entre el dolor en los pechos, el dolor de la cesárea, las noches sin dormir, el cansancio que me superaba en gran magnitud, las piernas y pies que los tenía como tamales, pero bastaba ver esa pequeña carita cachetona y rojita para llenarme de fuerzas, motivación y seguir.

Así inició mi vida de mamá.

Creo que nunca nada es perfecto, pero a pesar de todo, para mi lo fue. Como se dio todo, sé que aun que no puedo entenderlo ahora, tuvo una razón de ser. Podía haber escrito una saga entera sólo contando mi experiencia, pero creo que ya fue bastante. Soy muy feliz con mi bebé que ya está cerca de empezar a comer sus primeras papillas, y quiero compartir mi experiencia día a día con ustedes. Espero que les haya gustado y se hayan identificado de alguna forma.

¡Sígannos! Y ¡Nos vemos en el próximo post!

– Lu

 

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